viernes, 9 de noviembre de 2012

G.

Hacía frío, viento y llovía. Como en cualquier otra noche de otoño en este pequeño pueblecito de Milano. Como dos niños pequeños nos reíamos en las escaleras de un cálido portal. De vez en cuando incluso esquivábamos nuestras propias miradas presos de la inocente vergüenza que nos daba. Ambos sabíamos lo que pasaba; pero no lo que iba a pasar. Al menos yo. Entre risas y pequeñas anécdotas llegó la hora de que te fueses a casa y con la mayor ilusión, me abrazaste para despedirte.
El beso que me diste en la mejilla lentamente se fue deslizando hacia mi temblorosa e intacta boca. Y entonces me hiciste sentir bien. Me hiciste sentir segura.
Me hichiste sentir viva. Esa sonrisa pícara que se nos marcó en el rostro nos delató.
Ya no había vuelta atrás. No íbamos a poder seguir disimulando que nosotros ya no éramos amigos. No simplemente amigos. Y lo decidimos los dos.
Ese día marcó un antes y un después en la historia; en nuestra historia.
Tú y yo estábamos juntos.

martes, 6 de noviembre de 2012

5.

Y es que llegaste rompiendo todos mis esquemas.

Tú haces mis sentidos.

¿Sabes? Había vivido durante años con la idea de que yo no valía nada.
Que no valdría nunca nada para nadie. Ni siqueira para mí misma.
Y que jamás se cumplirían todos aquellos sueños que tenía de niña.
Todo porque una vez me hicieron daño. Todo porque una vez me destrozaron.
Pero sin esperarlo, ni quererlo ni imaginarlo, has aparecido en mi vida.
Y me has hecho volver a sentir.
Volver a sentir que yo valgo.
Volver a sentir que hay gente buena.
Volver a sentir mariposas en el estómago.
Volver a sentir esa ilusión de verte.
Volver a sentir esperanza ante la vida.
Volver a sentir que tengo sentimientos.
Volver a sentir que las cosas irán bien.
Volver a sentir que tengo sueños.
Volver a sentir que soy especial.
Volver a sentir que soy capaz de amar.
Gracias por volver a hacerme sentir algo.

De repente.

Y de repente sucede. Vuestros caminos se cruzan de la manera más inesperada y vuestros pulsos se aceleran. La emoción comienza. La ilusión aumenta.
Los miradas danzan al compás de los latidos.
Y de repente sucede. El mayor gesto de inocencia se convierte
en el gesto más puro de amor.
Un simple abrazo te hace sentir como nada. Como nunca.
Unas miradas sinceras son la mayor prueba de confianza y seguridad.
Y esa leve inclinación da paso a ese pequeño gran momento.
Y de repente sucede. Te das cuenta de que te has enamorado.